2/5/22

Ruido

La felicidad no existe dicen algunos, o te la da el dinero, la familia, los hijos. Eso dicen. Creo que no tengo mucho de eso, la felicidad digo, tampoco creo que necesite mucho para que mi sonrisa se asome, pero de todas maneras eso no significa felicidad.

No estoy segura de lo que es, se que son solo momentos que seguramente he vivido y que recuerdo con un poco de paz. La paz que perdí hace años, la que justamente extraño tanto, ésta cabeza que dejó de ser mía hace más de una década.

Hace tiempo que me siento otra persona, quizás la ansiedad me hizo tan suya que apenas quedan vestigios de lo que solía ser. ¿Cómo saber? Si casi no tengo recuerdos de tranquilidad, si todo lo que está alrededor me amenaza constantemente...

Mi yo interior a veces ruega con desaparecer, jamás encontré la valentía para hacerlo, no solo por mi sino por el resto, suficiente sufre uno como para hacerlo con los demás. Algo de criterio queda en esta mente tan gastada. Pero eso no basta, el estar estancado y no avanzar te hace cuestionar mil cosas. Ellos si, vos no y el tren se va, es lo que uno deduce, van a llegar cosas a su tiempo, pero el mismo pasa y no tengo ganas de esperar.

¿Esperar qué? Se pregunta ese dolor en el pecho que me despierta diariamente. Algo bueno, algo malo, algo... Ese algo que esperas pero no sabes que, lo que te haga cambiar, lo que te haga sentir, lo que te de un motivo. Pero no llega, y seguís dando mil pasos hacia un lugar vacío, vacío como tu alma cansada que ya no sabe como pelearle a tu cabeza, que justamente, no se cansa de burlarse de vos.

Así y todo seguimos esperando eso, día a día se vuelve una utopía sin esperanza pero somos tan estúpidos que hasta el fin de los días vamos a creer que algo para uno existe. Es el combustible diario, con miedo a que se acabe, con ganas de que se acabe.